martes, 22 de junio de 2010

LA ESCUDILLA DE MADERA.

"LA ESCUDILLA DE MADERA".
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Un débil y anciano señor se fue a vivír con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años de edad.
Las manos del anciano temblaban, su vista era empañada  y sus pasos tambaleantes.
La familia cenaba junta en la mesa pero el anciano se le hacía dificil tomar los alimentos debido a sus temblorosas manos y la decadente visión.
Los guisantes se le rodaban de la cuchara al piso, cuando agarraba el vaso, la leche se le derramaba sobre el mantel.
El hijo y la nuera se irritaban por el revoltijo. Un día el hijo dijo " Tenemos que hacer algo sobre el Abuelo, ya que estoy harto de su leche derramada, sus ruidoso modo de comer y los alimentos en el piso."

De manera que el marido y su esposa colocaron una pequeña mesa en una esquina de la casa. Ahí el Abuelo cenaba solo mientras el resto de la familia disfrutaba de su cena en el comedor central.
Como el Abuelo había quebrado dos o tres platos, su comida era servida en una escudilla de madera.
Cuando la familia miraba hacia la dirección en donde se encontraba el Abuelo, a vaces notaban que tenía lágrimas en los ojos.
Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirijían eran amonestaciones cuando se le caía el tenedor o derramaba la leche.

El niño observaba todo esto en silencio. Una  tarde, antes de la cena, el padre notó que su hijo estaba jugando en el piso con pedazos de madera. Le preguntó dulcemente:
-Qué estás haciendo... Con la misma dulzura el niño respondió:
-Estoy haciendo una pequeña escudilla para ti y mamá para que la usen en la cena cuando yo crezca.
-El niño sonrió y continuó con su trabajo.

Las palabras del niño llamaron tanto la atención de los padres que se quedaron sin palabras y luego las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
Aunque ninguna palabra fue dicha, ambos supieron lo que había que hacer. Esa tarde, el marido tomó de la mano al Abuelo y nuevamente lo llevó a la mesa familiar.
Por el resto de sus días el Abuelo disfrutó todas sus cenas con la familia y por alguna razón ni el marido ni la esposa parecía importarles más que se cayera el tenedor, se derrara la leche o ensuciase el mantel.

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