sábado, 19 de junio de 2010

EL ALBAÑIL ( VERSION LIBRE SOBRE CUENTOS WASHINGTON IRVING )




.EL ALBAÑIL
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Hace mucho tiempo, vivía en Granada un albañil muy pobre con su familia. El trabajo escaseaba y cada día, se hundían más en la pobreza. El hombre pasaba muchas horas en vela pensando en una forma de conseguir trabajo.
 Una noche, cuando acababa de dormirse, escuchó que golpeaban la puerta. Cuando abrió la puerta se encontró con un caballero alto de aspecto demacrado, con una gran capa.
El caballero necesitaba un albañil en ese preciso momento y estaba dispuesto a pagar lo que correspondiera. Pero exigía al albañil, que llevase los ojos vendados, debido al carácter secreto de su misión.
El albañil aceptó sin reparos, pues estaba urgido por trabajar. El caballero le vendó con un pañuelo que llevaba y lo condujo por callejuelas tortuosas. Caminaron largo rato, hasta que se detuvieron y el albañil escuchó, cómo el otro abría una pesada puerta. Cuando estuvieron en el interior, el caballero le quitó la venda, y el albañil pudo ver que estaba en una sala espaciosa que daba a un patio. Un escalofrío recorrió al hombre, pero se sobrepuso.
- Debes hacer una pequeña bóveda bajo la taza de esa fuente morisca que está en el centro del patio. Es  mejor que la termines hoy mismo.
- Lo intentaré, señor.
Junto a la fuente, estaban los materiales y herramientas necesarios. El hombre trabajó por horas, pero al poco rato, supo que no terminaría de ninguna forma. El caballero comprendió la situación. Antes de despuntar ell alba, lo llamó y le entregó una moneda de oro en la palma de la mano.
- ¿Aceptas volver mañana por la noche, para terminar el trabajo?
- Por supuesto, si se mantiene el pago.
El caballero afirmó y vendó los ojos del albañil, y lo llevó hasta la puerta de su casa. El hombre acarició la moneda durante todo el camino de regreso. Su familia no pasaría hambre por unos días.
El albañil y su mujer estaban intrigados por la identidad de aquel hombre y su misterioso encargo.
A medianoche, regresó el caballero, repitió el procedimiento de la noche anterior y se marcharon los dos.
El albañil logró terminar su obra, un par de horas antes del amanecer. Entonces, el caballero le pidió que lo ayudara a meter unos bultos dentro de la bóveda. El albañil se sintió temeroso por la naturaleza de los bultos. Vaciló unos instantes y siguió al caballero hasta una habitación apartada.
Fue un gran alivio comprobar que lo esperaban cuatro grandes bolsos de cuero, que parecían contener dinero. Los colocaron en la bóveda y el hombre la cerró de manera que nadie supiera que allí había algo oculto.
El albañil restauró el pavimento con gran maestría. El caballero estuvo tan complacido, que le entregó dos monedas de oro.
Le vendó nuevamente los ojos y lo condujo por un camino distinto al que había utilizado anteriormente. Cuando se detuvieron, el caballero no le quitó la venda, sino que, le ordenó que aguardase a que sonara la campana de la catedral. De lo contrario, ocurrirían grandes desgracias a él y a su familia. Y se marchó.
El albañil obedeció en todo, pues no osaba desobedecer a quien le había pagado generosamente. Cuando la campana sonó, se quitó la venda y pudo comprobar que estaba cerca de su casa.
La familia estuvo feliz por quince días, comiendo cuanto querían. Pero al cabo de ese tiempo, retornaron a su habitual estado de pobreza, que duró por meses.
Un día en que el albañil estaba sentado frente a la casucha, con la cabeza apoyada sobre las manos y reflexionando, se detuvo junto a él, un caballero. El hombre lo miró. El caballero era el anciano avaro del pueblo, y venía a solicitar un trabajo al albañil.
El caballero explicó el trabajo al albañil:
- Tengo una casa vieja que se está cayendo. Deseo arreglarla, pero no gastar mucho, sobre todo, porque nadie quiere vivir en ella. En definitiva, tan solo quiero que repares lo indispensable para que siga en pie.
- A vuestras órdenes, señor. Puedo empezar cuando queráis.
-Mañana al amanecer vendré por ti.
Al día siguiente, el avaro fue a buscar al albañil y lo codujo hasta la puerta de un rico caserón destartalado. Entraron y recorrieron el interior hasta llegar a un patio interior, que tenía una fuente morisca en el centro, que llamó mucho la atención del albañil. El hombre observó detenidamente el patio y dijo:
- Todo está en muy mal estado. Quién habitó la casa últimamente, no tenía muchas expectativas.
- Es todo un problema. El último inquilino siempre pagó puntualmente. Pero nadie sabe de dónde vino. Las habladurías decían que era un hombre sumamente rico. Verás, él murió de pronto. Pero no se halló más que una bolsa de cuero con algún dinero. Todos se habían apresurado a entrar a la casa para participar en la repartición de bienes. Yo mismo, fui el primero en llegar. Tenía más derecho que nadie, era mi inquilino. Pero no había más que un puñado de monedas. Pero lo peor es que nadie quiere vivir en la casa, por más barato que lo he dejado. Las gentes aseguran que su alma sigue en la casa, y que escuchan el tintineo de monedas en su habitación.
- Son habladurías, claro que sí.
- ¡Por supuesto! Pero de todas formas no consigo alquilar la casa.
- Os propongo una idea. La casa necesita muchas reparaciones para dejarla habitable. Eso lleva tiempo. Yo podría habitar la casa y realizar las reparaciones que necesite. Si me permitís vivir en ella sin pagar alquiler, no os cobraré nada por mi trabajo. La abandonaré, apenas se presente un mejor inquilino. También servirá para que la gente deje de especular.
- ¿No temes a los espíritus?
- Sólo temo a Dios.
- De acuerdo. Trasládate cuando quieras a la casa y comienza el trabajo lo antes posible.- dijo el avaro mientras regresaba a su hogar complacido.
El albañil también estaba complacido. Al día siguiente se mudó a la vieja casona junto a su familia.
A pesar de los rumores, nada malo sucedió al albañil o a su familia. Al contrario, fue reparando la casa poco a poco, y consiguió restaurarla y convertirla en una de las mejores de la ciudad, gracias a su pericia y laboriosidad.
Era como si la casa le hubiera traído la suerte, en lugar de las desgracias. Se olvidaron del hambre, compraron vestimenta nueva, renovaron el mobiliario.
No se volvieron a escuchar ruidos extraños en la noche. El albañil llegó a ser muy querido por todos, debido a sus virtudes y su generosidad para todos. La fortuna parecía multiplicarse. Fue comprando muchas casas, incluso el caserón en que habitaba, y llegó a ser uno de los hombres más ricos de Granada. Y su fortuna parecía no tener límites, a pesar de las importantes sumas que donaba a los necesitados.
Su mujer suponía el origen de la fortuna, pero jamás le preguntó. Tampoco él se lo dijo. Pero vivieron sin preocupaciones por el resto de sus vidas, y pudieron dejarle una cuantiosa herencia a sus hijos.

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