viernes, 12 de noviembre de 2010

EL RICO Y EL POBRE

" EL RICO Y EL POBRE "
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En algún lugar del norte de Europa vivía el conde Walsegg, dueño de una enorme fortuna: entre sus bienes se contaban casas, tierras y animales. Sus negocios lo obligaban a viajar con frecuencia y solía llevar una bolsa con una importante cantidad de monedas de oro.. Una vez se le perdió en el camino, pero como llevaba mucha prisa no se detuvo a buscarla.

A la orilla de ese camino vivía Roderik, un hombre muy pobre, dentro de una modesta choza en la que apenas tenía lo necesario. Una mañana que salió a buscar algunas hierbas para comer, se encontró la bolsa llena de relucientes monedas. En el pueblo  cercano preguntó si no sabían quién era su dueño, pues quería devolvérselas. No logró saberlo.

Esperó varios meses a que apareciera el propietario. Como nadie llegó a pedírselo, después de un año pensó que podía usar las monedas sin sentirse culpable por hacerlo. Con ellas compró una granja y le regaló su choza a un pobre hombre que no tenía dónde  dormir. Mediante su esfuerzo la finca fue prosperando poco a poco.

LLegó a ser una de las más hermosas y productivas de la región: contaba con lechones, pollos y vacas que producian abundante leche. Pasaron muchos años. Una tarde el conde Walsegg, andaba por el mismo camino. Como se hacia de noche se acercó a la finca y preguntó si podia quedarse allí, Roderik lo invitó a pasar, le asignó una habitación y le propuso que cenaran juntos.

Animados por el calor de la fogata y la jarra de vino comenzaron a charlar. El visitante, admirado por el orden y la riqueza de la finca, le preguntó cuándo y cómo la había comprado.- La adquirí hace varios años gracias a una pequeña bolsa de monedas de oro que encontré en el camino. Nunca pude hallar a su dueño.-explicó Roderik.

¿Cómo era esa bolsa?- preguntó el visitante.- Pequeña, de piel marrón, con un lazo...¡ Espere! ¡voy a buscarla para mostrársela !. Al verla, el conde reconoció que era la bolsa perdida años atrás y se lo informó a su anfitrión.- Entonces toda esta finca le pertenece a usted. Con gusto se la puedo entregar- dijo Roderik.-No querido amigo. Eres un hombre trabajador y honrado que supo  aprovechar bien ese hallazgo y se merece lo que tiene. Disfrutalo- asentó Walsegg antes de despedirse.

"MORALEJA"
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La honradez reconocida es el más seguro de los juramentos.

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