DEL VIEJO, EL CONSEJO. DE GABRIEL Y GALÁN. Deja la charla, Consuelo,
que una moza casadera
no debe estar en la era
si no está el sol en el cielo.
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Tu hogar tedrás apagado,
y al mozo que habla contigo
le está devorando el trigo
la yunta que ha abandonado.
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Mira que está oscureciendo,
que en las riberas lejanas
ya están cantando las ranas,
ya están las aves durmiendo.
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Que tocan a la oración,
y hay gentes murmuradoras
cuyos ojos a estas horas
cristales de aumento son.
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Y es que los oscureceres
son unas horas menguadas
que han hecho ya desgraciadas
a muchas pobres mujeres.
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Mira, muchacha, que ha sido
la tarde muy bochornosa
y va a ser fresca y hermosa
la noche que ha producido.
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Mira que son muy contadas
las fuerzas de la memoria:
mira que huelen a gloria
las mieses amontonadas,
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y está tu galán delante
y está tu hermanillo ausente,
y está el amor en creciente
y está la luna en menguante;
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y a la luz tan débil yo creo
que sola a salir no atinas
del laberinto de hacinas
donde metida te veo.
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Tal vez si el mozo me oyera
pensara que esto es perfidia,
creyera que tengo envidia,
que tengo celos dijera,
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pues con la venda de amor
no viera que soy un viejo
que solo con un consejo
puedo acercarme a tu honor.
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Vete, muchacha, y no quieras
llorar prematuros gozos,
que sé lo que son los mozos
y sé lo que son las eras;
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y en tales oscureceres
pláticas tales de amores
dicen los murmuradores
que son de tales mujeres...
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y tienen razón, Consuelo
que una moza casadera
no debe estar en la era
si no está el sol en el cielo.
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